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lunes, 29 de agosto de 2016

Repúblicas Bálticas: Del valle del Gauja hasta Vilnius

Hoy hemos madrugado un poco más de lo habitual ya que nos esperan otros cuatrocientos kilómetros hasta llegar a Vilnius, capital de Lituania. Y como ya tenemos la experiencia de la circulación por las carreteras letonas no queremos llegar tarde a nuestro destino para poder aprovechar la tarde.
Desayunamos a las ocho de la mañana y antes de las nueve ya hemos pagado, cargado las maletas en el coche y puesto rumbo a Sigulda para visitar su famoso castillo.




Llegamos en menos de media hora a lo que el GPS nos señala como el centro del pueblo, y que resulta ser la estación de tren y de autobuses y la oficina de turismo. Mapa en mano nos encaminamos dando un paseo al castillo de Sigulda, que resulta no estar tan cerca como el mapa daba a entender. Damos un vistazo rápido a los jardines y el exterior del castillo y decidimos volver a el punto en que hemos dejado el coche para seguir la ruta con el. Disponemos de poco tiempo y las distancias son demasiado largas, así que motorizados nos encaminamos al plato fuerte del día, el castillo de Turaida a unos tres quilómetros del pueblo. 


La zona es muy turística, teniendo en cuenta que lo turístico en estos países está a años luz de la explotación turística en nuestro país. De todas formas ya te obligan a pagar en el aparcamiento y luego para entrar al castillo.


Lo mejor, aparte de la reconstrucción fiel al original que se supone que han hecho los arqueólogos, es que se haya en lo alto de una colina (el país es prácticamente llano) que permite dominar el río y el valle del Gauja. El arzobispo y señor feudal no tenía un pelo de tonto.
Tras la visita ponemos la directa hacia Vilnius, capital de Lituania, ya que solo disponemos de una tarde para visitar el centro porque mañana domingo Marta vuelve para casa al mediodía.
El cambio de país se nota por el cambio de idioma en las señales de tráfico, porque pasamos junto a el paso aduanero en desuso y porque aquí los conductores son un poco menos respetuosos con las normas.
Nosotros respetamos escrupulosamente todas las normas de circulación, especialmente los límites de velocidad. No queremos multas ni problemas con la policia. Pero los lituanos, algunos, se dedican a adelantarnos ignorando las líneas continuas o que venga otro vehículo en sentido contrario. Las largas rectas invitan a adelantar y dan confianza. Además los vehículos lentos invaden el arcén para permitir que se puedan cruzar tres coches sin problemas.
Por suerte el ultimo tramo es por autopista, y aunque un poco aburrida, nos permite llegar a Vilnus y a nuestro hotel sin problemas. 


La ciudad es más grande de lo que imaginábamos, muy extensa y con barriadas de bloques de pisos que recuerdan el extraradio de nuestras ciudades. El barrio donde está nuestro hotel es muy tranquilo, aunque no sabemos si siempre los es o solo en fin de semana.
Aunque el edificio que alberga nuestro hotel no tiene muy buen aspecto, cuando nos enseñan nuestra habitación quedamos asombrados. Es prácticamente un loft al estilo de New York, decorado con buen gusto y muy cómodo.


Contentos de nuestra elección bajamos a patear la ciudad vieja. Es importante ver la catedral, el viejo castillo en la colina Gediminas, pasear por la avenida de Gedimino, mirar y ser visto en la calle Pillias o beber una cerveza en Vokiecuga.



La ciudad vieja es muy atractiva, llena de vida, gente por la calle (es sábado por la tarde) y terrazas de bares en todos los rincones.


Hacemos todos los deberes y acabamos el día en una terraza con unas fantásticas y baratísimas cervezas.
Mañana Marta hacia Barcelona y nosotros hacia Kaunas.

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