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viernes, 26 de agosto de 2016

Repúblicas Bálticas: De Estonia a Letonia

El día ha amanecido lluvioso, lo que no es de agradecer cuando tienes que salir a la carretera, y más si conduces un automóvil que no conoces por carreteras extrañas con señales en idiomas que no entiendes. Pero hemos venido a jugar y vamos a jugar. 
Dejamos el hotel después de desayunar y pedimos un taxi que nos lleve a las oficinas de Europcar, en el hotel Euroopa, junto al puerto. Una vez hecho el papeleo de rigor y pagado todo lo que nos quieren cobrar, salimos en un flamante Skoda Rapid con rumbo sur, hacia el parque nacional del Gauja.
Las carreteras son bastante buenas, aunque se echa de menos tener autopista, ya que la velocidad máxima es de 90 km/h y además hay muchos camiones que enlentecen la marcha.
De todas formas a medida que avanza la mañana desaparece la lluvia y eso junto al GPS que funciona muy bien hacen que el recorrido no sea tan estresante.




Nuestra primera parada es en Pãrnu, ciudad costera y según la guía una de las zonas preferidas por los estonios para veranear.
Nosotros damos un corto paseo por el centro que nos parece un poco desangelado y muy tranquilo. Aunque quizás se deba a que aquí prácticamente ya ha terminado el verano.
Un café bastante decente en una cafetería de la zona y seguimos nuestra ruta hacia el Gauja. 
Hay que apuntar que los quilómetros se hacen muy largos porque no hay autopistas y la velocidad máxima es de 90 km/h, aunque la velocidad media es mucho más baja por las travesías, los camiones  y lo cumplidores con la norma que son tanto estonios como letones. La verdad es que la abundancia de radares tampoco anima a saltarse los limites legales.




En un momento dado vemos el mar desde la carretera y decidimos acercarnos, por si podemos hacer un picnic en la playa. El picnic lo hacemos en el aparcamiento, pero sí podemos ver la playa, muy diferente de las del Mediterráneo a las que estamos acostumbrados, y con una temperatura del agua sorprendentemente alta.
Monica, nuestra voz del Tom-tom, nos lleva por Cessis hacia nuestro hotel, por ello decidimos parar y visitar el pueblo que goza de ser el "más letón de Letonia" y tener el castillo "mas letón de Letonia".
El pueblo es bonito, y el castillo lo es más. Permite visitarlo muy libremente y para los pasajes oscuros, como las escaleras de la torre, te proporcionan un farolillo que no da mucha luz, pero crea un ambiente muy interesante.



Tras la visita y después de comprar provisiones en un súper nos dirigimos ya a nuestro hotel, que resulta ser una casa de campo, seguramente de algún noble del siglo XVIII o XIX, ahora reconvertida y situada en medio de un paraje idílico que nos hace lamentar que sólo pasaremos aquí una noche. Cuando nos indican que nuestro alojamiento no es en el edificio principal, sino en la cabaña Anmarie, el lamento crece y ya queremos quedarnos una semana.


Nos conformamos con usar la cocina de la cabaña y cenar en la terraza frente a un jardín magnífico. Sin lugar a dudas es uno de los mejores hoteles en los que hemos dormido. Veremos si las camas son cómodas y el desayuno está al nivel.
Mañana nos toca un trayecto largo de nuevo, otros 400 km hasta Vilnus, la capital de Lituania.


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