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miércoles, 24 de agosto de 2016

Cruzando el Báltico

Hoy hemos abandonado Helsinki por mar y en el Ferry de Viking Line hemos cruzado el espacio que separa la capital de Finlandia de Tallinn, capital de Estonia.
Después de desayunar y recoger las maletas en el hotel hemos cogido el tranvía aprovechando todavía el billete de 24 horas, para ir a la terminal del puerto. Llegamos sobrados de tiempo y perdemos un buen rato en la sala de espera. Nos sorprende la cantidad de gente que usa este transporte un día laborable a las once y media de la mañana. Gran parte de los pasajeros van sin equipaje, lo que nos hace pensar que volverán el mismo día a Helsinki, o que el motivo del viaje es comprar alcohol. Los impuestos en Estonia son más bajos que en Finlandia, y además en el barco hay un supermercado estilo dutty-free donde solo venden bebidas y perfumes.


Llegamos a Tallinn puntualmente a las dos de la tarde tras una travesía muy tranquila. Aunque la zona del puerto es bastante fea el perfil de la ciudad ya transmite buenas sensaciones.
El hotel en el que nos alojamos es L'Ermitage, a un paso de la ciudad vieja, y cumple las espectativas, aparte de mejorar en limpieza al hotel de Helsinki.
Sin perder tiempo nos lanzamos a descubrir las calles empedradas de esta bonita ciudad. Y como el día se ha abierto definitivamente, los colores de los edificios se realzan con el sol de agosto.





Empezamos por la parte alta de la ciudad, el castillo de Toompea y la catedral ortodoxa de Alexander Nevsky. A partir de aquí nos dejamos llevar y buscamos los callejones más estrechos o los que nos llaman la atención. Junto a la embajada alemana tropezamos con una manifestación anti-Merkel, ya que la canciller alemana está de visita oficial. Cambiamos de calle y seguimos gozando del placer de perderse por calles que a ratos parecen de cuento.



De pronto un callejón sin salida desemboca en un mirador que te permite volar sobre la ciudad.
Tan pronto un grupo de turistas con guía colapsan una calle como puedes encontrarte en completa soledad en una pequeña plaza.


La plaza del ayuntamiento es el centro neurálgico de la ciudad vieja, y allí se concentran restaurantes, tiendas de souvenirs y otras turistadas. 
Nosotros pasamos de largo y nos dedicamos a seguir descubriendo rincones mirando la Lonely Planet sólo un poco de reojo.
Podemos pasear por un trozo de muralla o entrar a tomar un café y unos pastelillos desconocidos para nosotros.




Cansados de caminar volvemos hacia el hotel para cenar y retirarnos por hoy. Tenemos la suerte de encontrar junto al hotel un restaurante de nueva cocina estonia que nos hace llegar a la cama con una sonrisa de satisfacción.














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