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viernes, 11 de septiembre de 2015

Rumbo a casa (8/9)

Hoy nos hemos levantado relativamente tarde, casi a las ocho de la mañana. No hay prisa ya que nuestro vuelo sale de Narita a las 13:50.
Subimos al restaurante del hotel a dar cuenta de otros huevos benedictine y de las vistas del barrio de Asakusa que se disfrutan desde la planta trece del hotel, aunque hoy el día está muy tapado y no deja de llover.
Hacemos luego nuestras maletas, que han engordado tanto como para tener que abrir el fuelle suplementario, y tras el check-out salimos a la calle y caminamos el corto trayecto que nos separa de la estación de la línea Keisei bajo una cortina de agua.
El tren tarda unos 50 minutos en recorrer los 60 kilómetros que separan Tokyo del aeropuerto de Narita. Una vez allí pasamos todos los trámites de facturar equipaje, control de seguridad y control de emigración con mucha rapidez y eficiencia. Deberíamos aprender de ellos!
Nos sobra aproximadamente una hora para dar una vuelta por las dutty free y comprar algunas cositas de última hora para acabar de gastar los yenes que llevamos encima y que no merece la pena cambiar a euros.
A la hora indicada despega nuestro avión de KLM rumbo a Amsterdam y de allí tras una escala de un par de horas hacia Barcelona. En este momento llevamos casi seis hora de vuelo y nos falta algo más de cinco para aterrizar.
Se hace pesado un viaje tan largo, sobre todo cuando es el de vuelta, y no tiene el valor añadido de comenzar las vacaciones e ir a un destino desconocido. Se pasa el tiempo como se puede, mirando películas (el doblaje en KLM es a español sudamericano y bastante penoso), comiendo y bebiendo todo lo que te traen las azafatas (amables y competentes) e intentando dormir un poco sin destrozar las cervicales.
Llegamos por fin sobre las once de la noche al Prat, nuestras maletas no tardan demasiado en salir para lo que es habitual en este aeropuerto y sobre las doce de la noche llegamos a nuestro hogar. Ahora si que ha acabado nuestro viaje.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Último día en Tokyo (7/9)

Todo llega a su fin. Los viajes también, y nos llena de melancolía por todas las experiencias que hemos pasado estos días, nuestra retina intenta retener imágenes, nuestro olfato olores y nuestro corazón sensaciones. 


Creemos volver un poco mas sabios de lo que salimos de casa, pero también más humildes, comprendiendo que entre etnias y culturas hay mas cosas que nos unen que las que nos separan. Y volvemos sabiendo que nos espera ese pequeño rincón del mundo al que denominamos nuestro "hogar" cuando tantos millones de seres humanos no disponen de el, porque somos unos privilegiados y cada vez más conscientes de nuestra buena suerte.


El caso es que como cada año, al llegar el final del viaje llegan los nervios por saber si hemos comprado suficientes recuerdos, pequeños regalos para obsequiar a los que queremos y que sepan que cuando estamos en la otra punta del mundo no los olvidamos.





El día no nos ha acompañado mucho, ya que hemos tenido chubascos intermitentes y es un poco molesto caminar con bolsas, paraguas, cámara de fotografiar y mochila, pero hemos podido dedicarnos a nuestra tarea prioritaria del día.


También hemos visitado la zona de Nihombashi, donde se encuentra el puente que le da nombre y que aunque ahora queda deslucido por la autopista que casi lo oculta tiene el honor de ser el kilómetro cero de las carreteras niponas.


Casi sin darnos cuenta el día se nos ha escapado y toca retirada para rehacer las maletas, controlar los trenes hacia el aeropuerto de Narita, y descansar, que mañana nos espera un día de 31 horas.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Harajuku (6/9)

Hoy, por el hecho de ser domingo, tocaba acercarse a la zona de Harajuku para intentar ver algunas de las chicas "modernas" que se juntan por la zona. Para el comercio de la ciudad no existen los días de descanso, y el domingo es un día especialmente bueno, ya que la gente acude en masa a las zonas más comerciales, como esta de Harajuku, con la avenida de Omotesando llena de los comercios más emblemáticos.
El punto habitual de reunión es entre la estación de Harajuku, el puente que da acceso al recinto del templo Meiji Jingu y la calle Takeshita Dori. El año pasado la lluvia nos fastidió el domingo y no pudimos ver ninguna.
Como llegamos pronto, ya que los domingos muchas tiendas no abren hasta las once de la mañana, entramos primero en el inmenso parque de Yoyogi en cuyo interior esta el templo de Meiji Jingu, dedicado al emperador Meiji y la emperatriz Shoken.




 Es un agradable paseo entre un bosque de enormes árboles que a instantes hacen olvidar que te encuentras dentro de una ciudad como Tokyo.


En el interior del templo se celebran diferentes ceremonias religiosas, una de ella es una boda, y conseguimos ver a los novios vestidos al modo tradicional.




Acabada la vuelta al inmenso parque salimos por la avenida Omotesando, ya a rebosar de gente, para luego subir por Takeshita Dori intentando capturar con la cámara alguna de las famosas "lolitas" japonesas.




Nuestra renta es exigua, pero al menos podemos decir que hemos cumplido otro de nuestros objetivos pendientes. Nos queda la duda de si el fenómeno es mas de los medios de comunicación que una realidad en si misma, o si simplemente se ha hinchado para atraer a más gente a esta zona, unos para ver y otros para ser vistos.




Cansados de la "caza" nos desplazamos a Shibuya y después de comer por la zona nos mimetizamos con los aborígenes, como solo los expertos viajeros sabemos hacer, y nos dedicamos a su misma actividad: comprar.
Como es una actividad que requiere esfuerzo y destreza aguantamos poco tiempo y volvemos pronto al hotel para descansar nuestros maltrechos huesos y nuestra exhausta tarjeta de crédito.

Un sábado en Tokyo (5/9)

Hoy hemos dedicado el día a visitar unos cuántos lugares que nos habían quedado pendientes el año pasado.
El primer lugar de la lista eran los jardines del Palacio Imperial, y la verdad es que tampoco tienen mucho que ver ya que la parte mas interesante queda dentro del área restringida del palacio. Lo que si impresiona es el descomunal tamaño que te convierte casi en una hormiga. Supongo que es un poco lo que le parecía el pueblo llano a su serenísima majestad.



Después de la rapidísima visita nos hemos dirigido al Foro Internacional de Tokyo, un inmenso edificio con forma de barco dedicado a congresos cuyo hall se puede visitar y en el que se estaba celebrando una feria de venta de pianos, había una exposición de fotografía y aprovechando el Festival de Jazz de Tokyo, una concentración de food trucks.




A continuación nos esperaba la Torre de Tokyo y el templo Zojoji que se encuentra a su sombra. Como ya subimos el otro día a la Skytree hemos desistido de hacerlo a esta que además es unos cien metros mas baja. Su encanto reside en que es prácticamente una copia de la torre Eiffel aunque mide quince metros más y esta pintada en un color un poco menos elegante que la parisina.




Como se acercaba la hora de comer hemos cogido el tren hacia el hotel para descansar un rato, y por el camino hemos aprovechado para comer un poco de tempura. Quizás ha sido la peor tempura que hemos comido en Japón, pero hasta el mejor escribiente puede hacer un borrón.


Tras descansar y reponer fuerzas salimos de nuevo rumbo a la zona de Odaiba, una zona ganada al mar en la bahía de Tokyo, llena de zonas de esparcimiento, el edificio de Fuji, una noria gigante y un largo etcétera de atracciones que a nosotros no nos atraen mucho. En realidad queremos ver el Rainbow bridge, el famoso puente iluminado cuando se pone el sol. Para llegar bajamos en la estación de Shimbashi y allí cogemos el monorail de la línea Yurikamome hasta la estación de Obaida. 


Un corto paseo nos lleva hasta el bonito paseo marítimo desde donde vemos apagarse el día y encenderse las luces de la ciudad creando un telón de fondo espectacular para otro día de vacaciones.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Hakone (4/9)

El año pasado no pudimos ver el monte más emblemático y reconocible de Japón, el Fuji. Este año queríamos remediarlo, y para ello nos desplazamos a la zona de Hakone, uno de los mejores sitios para intentar fotografiar la venerada montaña nipona.
Ya podemos decir que no lo hemos conseguido. Sabíamos que es difícil y esquiva, y hoy lo ha sido con nosotros, por lo que volveremos a casa con ese pequeño déficit.
De todas formas ha sido un día muy completo, en el que hemos visto paisajes muy bonitos como el lago Ashi, y utilizado todos los transportes posibles.
De entrada utilizamos la línea Ginza del metro hasta la estación de Ueno. Allí después de reservar asiento para el Shinkasen que nos debía llevar de la estación de Tokyo hasta Odawara hemos cogido otro tren que nos ha acercado de Ueno a Tokyo.


Llegados a Odawara y tras comprar por 4000 yenes el Hakone freepass que nos permite usar una infinidad de medios de transporte hemos cogido el tren de la línea Hakone Tozan que nos ha acercado a Hakone Yumoto, en esa estación hemos cambiado a otro tren que nos ha llevado a Gora en un trayecto con unos desniveles increíbles y continuos cambios de sentido para ganar altura en el menos tIempo posible. Se podría decir que el tren sube haciendo un zig-zag.




En la estación de Gora transbordo al funicular que nos lleva hasta Souzan para enlazar a su vez con el teleférico. Pero aquí han empezado los problemas, ya que el teleférico esta fuera de servicio por la actividad volcánica de la zona, y el autobús que lo sustituye se coge en la base del funicular. Eso significa volver a bajar y usar dos autobuses por carreteras llenas de curvas para llegar al embarcadero en el lago Ashi.


La pérdida del teleférico significa una oportunidad de ver el Fuji perdida, y no cumplir la costumbre local de comer huevos hervidos en las aguas sulfurosas, que cogen un curioso color negro y la fama de prolongar tu vida siete años.


Estamos en el embarcadero del lago y nos espera un... barco pirata!! A estos japoneses a veces tanto manga los trastorna un poco, porque hay que tener una mente rara para cubrir la travesía del lago con semejantes artefactos. Cuando cogemos el barco ya vemos que desde el lago tampoco tendremos éxito, pues el cielo se ha ido cubriendo de nubes que se concentran sobre todo en la zona donde debieramos ver el monte sagrado.




Acabada la singladura que dura poco más de media hora, desembarcamos en Hakone-machi-ko donde visitamos la reconstrucción fiel de un puesto de control de la época Edo en el camino que unía Kyoto con Tokyo, y a continuación seguimos hasta el vecino pueblo de Moto-hakone-ko por un tramo de esa ruta flanqueada por enormes cedros de la china.




En Moto-Hakone-ko reponemos fuerzas con unos emparedados y para nuestra sorpresa un muy digno café expresso.
Ya solo nos queda otro autobús hasta Hakone Yumoto, desde allí el tren hasta Odawara, y desde esta estación otro Shinkasen hasta Tokyo.




Tras dar un último paseo por la zona de Marunouchi volvemos a coger la línea Ginza del metro que nos devuelve a nuestro refugio.
Ha sido un día intenso, y escrito suena mas complicado de lo que es en realidad. Los japoneses son muy organizados y si sigues las indicaciones todo sale bien. Solo hay que intentar ser tan organizado y previsor como ellos, intentar ponerse en su piel, que por algo estas en su país y de esa forma aprender un poco mas de su cultura y su forma de ser. A fin de cuentas es una de las razones por las que viajamos.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Paseando por Asakusa

Hoy nos hemos levantado antes de lo previsto, cosas de los huesos, las articulaciones y el cansancio acumulado. Y a pesar de que las camas son supercomodas.


De todas formas no ha sido un drama, ya que en el desayuno hemos tenido la suerte de poder tomar zumo de naranja recién exprimido y unos huevos "benedictine" prácticamente perfectos.
Eso nos ha permitido salir a la calle con el animo suficiente para recorrer los,dos kilómetros que separan la torre Sky Tree de nuestro hotel.


Es la torre de comunicaciones mas alta del mundo y deja como una enanita a nuestra torre de Collserola. Nosotros hemos subido a la primera plataforma, que esta "solo" a 350 metros de altura, y a la que se asciende con un ascensor que tarda 50 segundos, llegando a alcanzar una velocidad de 400 metros por minuto.
La verdad es que impresiona como prodigio de la ingeniería ya que además está preparada para resistir tanto vientos huracanados como terremotos.


Tras las fotos de rigor aunque sin poder ver el monte Fuji hemos bajado a la base de la torre que es como un parque de atracciónes con un acuario, un planetarium, una estación de tren y un centro comercial con tiendas y restaurantes.




Ya fuera del complejo hemos desandado el camino para ir a la calle Kappabashi Dogugai, el paraíso de los y las cocineras. Aquí se encuentran más de 150 tiendas de accesorios de cocina, cuchillos, vajillas, cristalerías, accesorios de reposteria e incluso las reproducciones de alimentos o platos completos que todos los restaurantes tienen en sus escaparates. 




Prácticamente hemos entrado en casi todas, descartando únicamente las muy industriales o las que tienen la mercancía tan amontonada que es imposible pasear por sus pasillos. Y hemos comprado, claro está para el blog de Galeteria.cat que llevan Marta y Carme.
Hemos hecho un pequeño descanso en una cafetería de la misma calle para reponer fuerzas y cuando hemos acabado el inventario de todas las tiendas hemos regresado al hotel a descargar.
Ya solo nos han quedado tiempo y fuerzas para dar una vuelta por el barrio, porque Asakusa tiene ambiente de barrio a pesar de todos los turistas que se concentran en el templo de Sensoji, y acabar cenando un ramen calentito y reconfortante.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Llegamos a Tokyo (2/9)

Esta mañana nos hemos levantado con el ánimo de intentar ver un poco la ciudad de Kanazawa, ya que ayer con la lluvia estuvimos el tiempo justo en los jardines de Kenroku-en.
Hemos desayunado regular, ya que el buffet del hotel era justito y mas pensado para japoneses a los que les gusta desayunar pescado y sopa de miso que para los pobres occidentales que buscamos un café y una tostada con mantequilla.
Tras el check out hemos dejado las maletas en el hotel y hemos salido hacia el mercado de Ōmichō. En el trayecto de unos veinte minutos caminando el tiempo ha cambiado a peor, y hemos llegado al mercado con una lluvia tímida.


El mercado en si es lo mas parecido a uno de los nuestros que hemos visto en Japón. No llama la atención a un extranjero por su aspecto o su belleza arquitectónica sino por los alimentos que se venden. Es difícil saber que es cada cosa. Muchas veces nos tenemos que conformar con saber si es vegetal o animal. Aquí se consumen muchos encurtidos, hay docenas de tipos de judías diferentes, berenjenas de todas las medidas, y si entramos en el mundo del pescado o el marisco ya tuvimos un curso acelerado hace un año en el mercado de Tsukiji.




Nuestra impresión personal y por tanto muy subjetiva es que sale mas barato comprar la comida preparada o incluso comer fuera de casa que cocinar los alimentos que compras en el mercado, con el consiguiente gasto de tiempo y energía.
Hoy hemos aprovechado esta circunstancia para comprar unas cajitas de comida para el tren, ya que el trayecto coincide con la hora de comer.
Cuando hemos acabado la visita al mercado la lluvia ha vuelto a desbaratar nuestros planes de visitar el barrio de los Samurais. Hemos ido al hotel a recoger nuestras maletas y a la estación a coger el Shinkasen que nos llevará a Tokyo.
En los 168 minutos que tarda en recorrer los 447 kilómetros que separan las dos ciudades nos da tiempo de leer, mirar el paisaje, comer y dormir la siesta. Por cierto, dormir en el tren es una de las aficiones preferidas de los japoneses. Los hemos visto dormir incluso de pie en un vagón agarrados a la barra.


Tokyo nos recibe con calor y muchísima gente. Nos cuesta un poco encontrar el camino de la estación  de metro de la línea Ginza, pero lo conseguimos y en pocos minutos salimos a la luz del día en Asakusa, justo en Kaminarimon dori, a dos travesías de nuestro hotel.


Como es costumbre en Tokyo la recepción no se encuentra en la planta baja, ocupada por un supermercado, sino en la planta trece, que es la ultima. Eso le permite tener un lobby acristalarlo desde el que se domina todo el barrio. La primera impresión es muy buena. Un diez en diseño.


Una vez instalados salimos a patear la zona comenzando por el templo de Sensoji, quizás el más visitado de la ciudad, con una larga hilera de tiendas entre el Tori de entrada y el recinto del templo.




Acabamos el día cenando unos magníficos ramen que nos saben a gloria, y a dormir, que ya estamos cansados y mañana hay que continuar.