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lunes, 31 de agosto de 2015

Sirakawa go (31/8)

Hoy hemos visitado un pueblecito de aquellos que deja un recuerdo indeleble en tu memoria y en tu retina. En realidad son dos: Sirakawa go y Ogimachi aunque sobre el terreno es difícil saber donde empieza uno y acaba el otro.

 
Hemos comenzado el día temprano, pues en el ryokan la cena es entre las seis y las siete, y el desayuno entre las siete y las ocho. Aunque el horario pueda parecer de cuartel la realidad es que la suma amabilidad de todo el personal y el hecho de que nos hemos adaptado al horario nipón nos permiten llevarlo con toda la comodidad del mundo. También es cierto que en nuestra rutina diaria somos de madrugar e ir a dormir pronto, y eso ayuda.
Por lo tanto antes de las nueve de la mañana ya estábamos cogiendo el autobús que nos llevaría a nuestro destino de hoy por un paisaje montañoso increíble cuando lo podíamos contemplar. Y es que la carretera actual está compuesta por una sucesión de túneles que hacen el trayecto mucho mas corto que hace pocos años. Nosotros hemos tardado cincuenta minutos con la compañía Nohi Bus.
Al bajar del autobús ya hemos visto por la cantidad de turistas, sobre todo japones, y de tiendas de recuerdos que la zona es un gran reclamo turístico, pero merecido.


La mejor manera de explicarlo es viendo las fotografías, pero estas nunca pueden comunicar el sol sobre tu piel, el aire fresco de la montaña, el rumor del agua omnipresente en todos los rincones o el olor que impregna el humo de los hogares en las maderas de las casas tradicionales.
Las casas son muy grandes, pues las familias eran extensas y los inviernos en la region de Hida pueden ser durísimos, eso unido a el aislamiento del valle obligó a sus habitantes a construir sus casas con los elementos que tenían a su alcance: madera y paja.


Toda la estructura es de madera sin usar un solo clavo, vigas y columnas encajan como en un puzzle creando una cuadricula sobre la que se edifica el tejado que a su vez se cubre de una gruesa capa de paja colocada y atada a la estructura de manera que constituye un gran aislante y permite que la nieve resbale por su superficie. Es la arquitectura Gassho.


Lo pintoresco del valle y las casas en verano no nos hace olvidar lo dura que tenía que ser la vida en invierno hace cien o doscientos años, pero hoy estamos de vacaciones, somos turistas y nos encanta hacer fotografías, siempre con una sana rivalidad por ver quien consigue el mejor encuadre o el detalle más especial. De todas formas quien nos lea no sabrá que fotos son de Carme y cuales de Jorge.


A primera hora de la tarde hemos regresado al ryokan en Takayama y nos hemos premiado con un baño privado en el onsen del hotel. Normalmente este tipo de establecimientos dispone de unos baños públicos para los clientes, donde uno se puede relajar después de un duro día de turismo. Estos baños están separados por sexos, ya que la norma es tomarlo desnudo, pero en algunos casos se puede pedir un tiempo aparte para poderlo compartir con tu pareja. Es una muy buena experiencia, y muy relajante.


Hemos acabado el día con una excelente cena donde no ha faltado la ternera de Hida pero hoy en forma de Sukiyake, que es otra forma de preparación que ya explicaremos otro día en detalle.


Mañana nos movemos otra vez, hacia Kanazawa y luego hacia Tokyo. Estamos en el ecuador de nuestras vacaciones, un momento ideal en el que ya has cogido el ritmo del viaje y todavía no te pesa el tiempo lejos de casa y sin ver a los tuyos.

domingo, 30 de agosto de 2015

De Kyoto a Takayama (30/08)

Hoy hemos dejado Kyoto y el fantástico hotel Kyoto Century Hotel en el que hemos descansado y desayunado a placer. En un viaje cuando pasas mas de tres o cuatro noches en un hotel ya lo empiezas a sentir como si fuera un poco tu casa, y al regresar cansado por la tarde después de visitar, caminar y sudar notas que te recibe, cuando cumple su función, con los brazos abiertos. Ya sabes donde esta todo y haces de tu habitación tu refugio. En este caso ha sido así y por eso sabe un poco mal marchar, pero el "turisteo" es así de duro y debemos encontrar nuevos horizontes.


El nuestro es Takayama, un pueblo pequeño de solo 90.000 habitantes en el corazón de la isla, rodeado de montañas y considerado la puerta de los Alpes japoneses y la base para visitar Sirakawa-go, una pequeña comarca montañosa famosa por sus aldeas con las casas con el techo de paja.
El trayecto desde Kyoto a Takayama dura unas tres horas, primero hasta Nagoya en Shinkasen y después hasta el destino final en un tren diésel, ya que la vía, que recorre una zona montañosa, no está electrificada.
Llegamos, porque no decirlo, puntuales como siempre y a sólo tres minutos de la estación se encuentra nuestro ryokan. Como ya explicamos en otro post el año pasado un ryokan es un hotel con las habitaciones estilo japonés, lo que significa suelo de tatami, paneles correderos de papel y por la noche fotones en el suelo. El recibimiento es muy bueno, pero como no son las tres de la tarde debemos dejar las maletas y dedicarnos a descubrir el pueblo y buscar un sitio para comer.




Takayama resulta muy agradable, es tranquila, bastante silenciosa y tIene algunas calles especialmente atractivas. Además cuenta con muchas posibilidades para comer, sobre todo su producto estrella: la ternera de Hida. A quien mas y quien menos le suena la ternera de Kobe, pero reconozco que hasta que comenzamos a documentarnos para venir a Japón no había oído nombrar esta clase de carne.
Y como no puede ser de otra manera acabamos en una carnicería con restaurante donde damos cuenta de una degustación buenísima hecha por nosotros mismos en la parrilla incorporada en nuestra mesa.


Repuestos de nuestro apetito volvemos al hotel donde nos reciben con todo el ceremonial en el más puro estilo nipón, con un té de bienvenida, un dulce, la correspondiente yukata  y por supuesto sin zapatos en todo el hotel. La habitación en particular y el hotel en general tienen muy buen aspecto y tras tomar posesion volvemos a la calle para continuar explorando la ciudad. El problema es que es domingo y a partir de las cinco de la tarde van cerrando todos los comercios con lo que las calles quedan desiertas e inhospitas. 


Volvemos hacia el hotel pasando antes por la estación de autobuses para comprobar que los horarios que tenemos son validos todavía. El precio ha subido bastante respecto al que marca la guía de 2014 pero habrá que aguantarse. Una vez en el hotel nos probamos las yukatas y decidimos que iremos a cenar vestidos a la occidental.
La cena estilo Hida es buena pero pesa en nuestro recuerdo la fantástica cena del año pasado en Miyajima y esta sale perdiendo. Salvamos el sashimi y la ternera de Hida (dos veces en un día!)
Nos retiramos pronto, ya que mañana hay que madrugar y como todos los días antes debemos descargar y repasar las fotografías del día y escribir este blog.
Mañana Sirakawa-go, y esperemos no mojarnos mucho ya que la previsión es mala.

sábado, 29 de agosto de 2015

Hikone (29/8)

Ya estamos a sábado y teníamos la duda de si llovería o no y de si dedicar el día al castillo de Hikone o ir a la zona del monte Koya. Al final a ganado la opción conservadora, ya que ir a Hikone supone menos de una hora de tren, y en cambio Koyasan significa más de tres horas con un mínimo de tres transbordos.
Ahora ya sabemos que hemos tomado una buena elección. El castIllo nos ha encantado, la ciudad de Hikone ha sido muy cómoda y hemos tenido tiempo de acercarnos hasta Nagahama.
Hoy coger el tren en la estación de Kyoto ha sido un poco más agobiante, ya que mientras los Shinkasen están muy bien indicados, los trenes locales o regionales son un poco más difíciles de distinguir pues comparten vía y la frecuencia es muy alta. Si no te fijas bien en los carteles indicadores y en la hora exacta del tren que debes coger tienes muchas posibilidades de ir a algún lugar que no tenias previsto.


Hoy hemos acertado a la primera gracias a una empleada que le ha indicado a Carmen la vía de la que salía el tren a Hikone. Mas tarde, mientras estábamos detenidos en una estación, ha sido el revisor del tren el que nos ha indicado que nuestro vagón se quedaba allí, y que los vagones delanteros seguían hasta nuestro destino. No deja de sorprendernos, aunque aquí es una norma de comportamiento, la extrema amabilidad con que nos trata todo el mundo, haciendo que la barrera del idioma no sea en absoluto un obstáculo insalvable. Tenemos muy claro que esa es una de las razones de que nos encante este país, porque al final un país son sus paisajes, sus monumentos, su historia, su gastronomía y sobre todas las cosas su gente.


Al llegar a Hikone nos ha recibido una pequeña y tranquila plaza frente a la estación con su oficina de turismo donde hemos conseguido un plano, aunque es casi imposible no llegar al castillo, salvo que salgas de la estación por la puerta Este en lugar de hacerlo por la del Oeste.
Aunque la temperatura era alta, no resultaba tan insoportable como la de ayer, por lo que hemos dado un agradable paseo hasta el castIllo. Este no resulta tan impresionante como el de Himeji, pero nos ha gustado mucho, a lo que contribuye el entorno, con el lago Biwa y la ciudad de Hikone.




El castillo data del siglo XVII y la estructura sigue la misma pauta: grandes murallas de piedra rodeadas por fosos llenos de agua que a medida que subimos la colina en la que se encuentra se van reduciendo hasta llegar al edificio del castillo en si, que es de madera y en este caso tiene cuatro pisos de altura. 


Junto al castillo se puede visitar un bonito jardin de estilo japonés, con su lago, sus puentes y su residencia que hoy funciona como casa de te. Dice mucho de unos señores de la guerra que eran capaces de apreciar la belleza y la serenidad que da un paisaje que has creado artificialmente para tu disfrute.


Después de visitar el castillo hemos dado una vuelta por el barrio de casas tradicionales, hoy convertidas en atracción turística, con comercios y restaurantes. Como hemos sido incapaces de escoger uno y el cansancio y el calor ya hacían mella en nuestro ánimo, hemos acabado comiendo unos emparedados.
Tras el descanso hemos vuelto a la estación para acercarnos a Nagahama. Según Lonely Planet tiene un bonito barrio de casas de madera que justifica la visita, y como estábamos a unos quince minutos y  aun no eran las cuatro de la tarde para allí nos hemos ido.




La verdad es que nos ha gustado mucho, aunque por desgracia casi todas las tiendas cerraban a las cinco y media y en un momento se ha perdido todo el ambiente y la vitalidad que había en el momento de llegar. De todas formas ha sido un paseo muy agradable y tampoco hubiéramos comprado nada, ya que la artesanía local se basa en el trabajo del vidrio, y este solo tiene, en nuestra modestia opinión dos posibilidades, o es hortera o es carísimo.




Un poco cansados después de tanto paseo hemos vuelto en un Special Express hasta Kyoto en poco más de una hora. Hemos cenado unas autenticas pizzas japonesas y a descansar, que mañana hay que recoger para ir a Takayama donde nos espera un hotel estilo "ryokan" con sus fotones, su suelo de paja, sus panelel correderos de papel y su cena kaiseky. Y esperamos que una temperatura más agradable.

viernes, 28 de agosto de 2015

Kyoto (28/8)

Hoy hemos decidido quedarnos en Kyoto ya que ayer entre la caminata y el calor acabamos muy cansados. Siempre preferimos no apurar al máximo pero a veces las circunstancias no te dejan ir al ritmo que querrías y eso se paga al día siguiente. No en vano hace tiempo que dejamos atrás los treinta años.
Por eso nos hemos levantado tranquilamente, hemos vuelto a disfrutar del mejor buffet de desayuno que recordamos - el pastelero del Kyoto Century Hotel es un artista- y hemos decidido visitar los jardines del palacio imperial. Para ello lo primero es sacar una tarjeta de un día para los autobuses de Kyoto. Se consigue en las taquillas de la estación de autobuses que hay en la salida norte de la estación central, por lo tanto al lado mismo de nuestro hotel. Teniendo en cuenta que un billete sencillo de autobús vale 230 yenes y el pase de un día 500 yenes, no hay duda de que sale a cuenta solo con tres viajes.


Nuestro primer destino ha sido el jardín del Palacio Imperial, que bajo un calor sofocante no nos ha parecido nada del otro mundo. Podemos hablar mejor de un gran parque con poca sombra que de un jardín propiamente dicho. Es cierto que no hemos podido entrar en el recinto del palacio y ahí quizás si que habían mejores jardines, pero hemos tenido una pequeña decepción.


De allí hemos marchado al templo de Daikotuji, al norte de la ciudad, que se supone que es un conjunto de unos 25 templos, algunos visitables, con bonitos jardines. Otra decepción, ya que al lado de todos los templos que ya conocemos no tenían ni el encanto ni la presencia para merecer una visita. Mal para la guía Lonely Planet que lo recomendaba.




Como ya era casi la hora de comer hemos cogido otro autobús que nos ha dejado en la zona comercial de Kawaramachi. Para no tener que dar muchas vueltas por la calle buscando donde comer  hemos ido a lo seguro subiendo a la planta de restaurantes de los grandes almacenes Tarashimaya donde hemos elegido una curiosa hamburguesa cocinada en papillote que nos ha encantado aunque desconocemos si es un plato con alguna tradición en Kyoto. 



Curiosamente todavía no hemos comido ni sushi ni niguiri en los días que llevamos en Japón a pesar de que nos encanta. Ya caerán.
La tarde la hemos dedicado a vagabundear por las innumerables tiendas y grandes almacenes de la zona hasta que nuestros pies han dicho basta y hemos vuelto al hotel en otro autobús.
Mañana amenaza lluvia y las temperaturas serán un poco más bajas pero nos arriesgaremos a ir al castillo de Hikone.

Magome y Tsumago (27/8)

Hoy nos hemos levantado a la hora prevista, hemos dado cuenta del fantástico buffet libre del hotel y hemos cogido el tren con puntualidad japonesa. La ruta era un poco liada, ya que hemos cambiado tres veces de tren siguiendo las indicaciones de Hyperdia: de Kyoto a Nagoya en Shinkasen, de esta estación a la de Chikusa en un cercanías y de esta hasta nuestro destino en Nakatsugawa en un expreso. Y nos ha salido perfecto. 
En Nakatsugawa hemos cogido un autobús que nos ha trasladado hasta Magome donde empezaba la ruta de hoy. 
Nos encontramos en un pequeño tramo conservado de la ruta de Nakasendõ que unía en la época Edo las ciudades de Kyoto y Edo (la actual Tokio), en total son casi ocho kilómetros de subidas y bajadas entre bosques y campos de arroz.


Magome es mas turístico y esta mejor conservado, con el aspecto que debía de tener hace unos cuantos siglos, el agua baja por su empinada calle principal, y su murmullo es el único sonido salvo el canto de las cigarras y nuestro resoplar al ir subiendo, ya que el calor aprieta de valiente. Hay poca gente, curiosa mezcla de autóctonos y extranjeros, y muchos con la intención de llegar andando a Tsumago.


Los tres primeros quilómetros son los mas duros ya que son todos de subida y el sol no tiene piedad de nosotros, a partir de ahí ya caminamos mas por bosque y de bajada lo que hace la caminata mas soportable.
Por el camino nos encontramos numerosas campanas con la advertencia de hacerlas sonar para ahuyentar a los osos. No creemos que el sentido de humor japonés llegue a estos extremos, por lo que las hacemos sonar todas.




Anécdotas aparte, el paisaje es espectacular, los bosques y el agua nos acompañan durante todo el camino que se encuentra muy bien señalizado en japonés e ingles.




Las casas que encontramos por el camino son todas de madera, algunas mas auténticas y otras mas fallidas, pero no rompen la harmonía del paisaje.




Y por fin, cansados pero satisfechos, tras cerca de tres horas llegamos a Tsumago, no tan bonito y un poco mas muerto que Magome, aunque vemos llegar varias excursiones organizadas en autocares.
Nosotros damos cuenta de la especialidad local, el gohei-mochi, una brocheta de buñuelo de arroz rebozado con salsa de nuez y sésamo, y unos fideos soba, que no nos convencen demasiado pero nos llenan el estómago.


Luego vamos a buscar otro autobús que nos llevará hasta la estación de Nagiso. Desde allí un tren nos acercará a Nagoya y a continuación un Shinkasen hasta Kyoto.
Nos quedan un par de horas para callejear por Nagoya, mas bien por los alrededores de la estación y admirar las impresionantes torres de la zona y sus centros comerciales de alto nivel.





Como ultima curiosidad del día las colas que se forman para comprar... Palomitas de maíz!! 


Llegamos a Kyoto puntuales y hambrientos, por lo que vamos directos a cenar y así evitamos tener que repetir una cena de emergencia como la de ayer. Hoy ha tocado tempura y no hay fotos para dar fe de ello.
Mañana amenaza lluvia, y no sabemos muy bien que haremos. Posiblemente nos quedemos en Kyoto y mezclaremos compras con alguna visita que no hicimos el año pasado.















miércoles, 26 de agosto de 2015

Himeji y Kobe (26/8)

Hoy el día ha empezado de la peor forma posible. Nos hemos dormido! 
Lo que no nos pasa nunca, o por lo menos nunca a ambos a la vez ha sucedido hoy. Nos han despertado unos golpes de una obra pasadas las nueve de la mañana. Teniendo en cuenta que el desayuno se sirve en el hotel hasta las diez, y que teníamos la reserva del tren para las 9:45 hemos sido conscientes de que teníamos un problema, aunque de fácil solución: ducha rápida, bajar corriendo a desayunar porque los japoneses son muy puntuales y desayuno hasta las diez es hasta las diez, ni menos cinco ni las diez y cuarto, y así nos lo ha hecho saber el encargado de la sala. No hemos disfrutado del buffet pero por lo menos hemos desayunado, hemos subido a la habitación a recoger nuestras cosas y en Hyperdia hemos buscado nuevos horarios de tren. 
Rápidos hacia la estación, dando gracias de haber cogido un hotel tan cercano y de que haya trenes tan frecuentes, hemos reservado de nuevo nuestros asientos y hemos marchado con solo una hora de retraso sobre nuestro programa de ayer en un flamante tren bala hacia el castillo de Himeji, considerado por todas las guías y blogueros varios como el mejor de todo Japón.
Himeji nos ha recibido con sol y calor. Al salir de la estación ya se divisa el castillo al final de una avenida de unos seiscientos metros dominando toda la ciudad, blanco y resplandeciente.


El castillo estuvo varios años en restauración hasta principios de 2015, es una de las razones de no haberlo visitado el año pasado. Se alza sobre una imponente base de grandes sillares de roca y es todo de madera. La estructura impresiona, ya que el alma son dos inmensos pilares de madera a los que denominan el pilar Este y el pilar Oeste, y a partir de estos se desarrolla la compleja estructura de entramado de madera. La imagen que da es de inexpugnable, dominando toda la planicie desde sus seis pisos de altura. Se puede visitar todo su interior a fuerza de subir escaleras empinadas que ponen a prueba a los turistas de más edad.




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Cuando acabamos el recorrido, que se realiza sin zapatos, nos dirigimos a los jardines donde se encontraban las casas de los Samurais. No es un gran jardin, pero es que ya hemos visitado muchos y muy bien cuidados, no obstante siempre es un paseo agradable y refrescante visitar cualquier jardin japonés.



Muertos de calor regresamos a la zona de la estación, donde sabemos positivamente que siempre encontraremos algún sitio para comer.
Paramos en un puesto de ramen que resulta estar muy bueno y del que damos cuenta sorbiendo ruidosamente como está establecido.



Tras el descanso cogemos el tren para visitar Kobe, ciudad famosa por su ternera, el terremoto de 1995 y tener un barrio con casas europeas del siglo XIX en las que vivieron los primeros extranjeros que se establecieron en Japón aprovechando que el puerto de Kobe fue el primero en abrirse al comercio exterior.
La ciudad nos defrauda un poco ya que la Lonely Planet la pone por las nubes y creemos que no es para tanto. Vemos unas cuantas casas de estilo occidental en el barrio de Kitano que hoy en día son casi todas restaurantes, muchos con nombre y carta francesa. O sea que sin fotos y sin probar la ternera de Kobe nos subimos al Shinkasen para volver a Kyoto. 
Como ya hemos empezado el día con retraso lo acabamos igual, y cuando intentamos cenar a las nueve y media de la noche nos encontramos todos los restaurantes cerrados por lo que debemos conformarnos con unos emparedados del 7Eleven y unos dorayakis con un poco de leche en la habitación del hotel. Nada irremediable, sin cenar no nos quedaremos nunca.
Mañana no nos dormiremos porque vamos a recorrer la ruta del Nakasenando entre Magome y Tsumago.




martes, 25 de agosto de 2015

Barcelona - Kyoto (24-25/8)

Ya hemos llegado a Kyoto tras un vuelo que se nos ha hecho bastante pesado. Ya sabíamos que empalmábamos un vuelo de dos horas con otro de once haciendo escala en Amsterdam. Pero siempre hay esos detalles que hacen el viaje mas o menos soportable. Este año, por ejemplo, el aeropuerto de Shipol lo hemos encontrado con obras, un transbordo bastante largo y unidos a un cambio de última hora en la puerta de embarque y una cola larga y desorganizada en el control de pasaportes han convertido lo que puede ser un descanso entre vuelo y vuelo, estirando las piernas y dando un paseo, en una odisea agobiante.
Los aviones de KLM tampoco han resultado tan cómodos como los de Swissair ni su comida ha estado al mismo nivel por lo que hemos aterrizado en el espectacular aeropuerto Kansai de Osaka mucho más cansados que el año pasado.
Después de la típica cola para pasar el control de inmigración (que fácil es entrar como turista con la cartera llena y billete de vuelta, y que difícil cuando estas buscando una vida mejor para ti y los tuyos o simplemente huyendo de la muerte) recogemos las maletas, cambiamos euros a yenes y buscamos la estación del tren para gestionar la tarjeta Japan Raíl Pass que nos permitirá movernos por todo el país por las líneas de JR sin pagar un euro durante catorce días. Esta tarjeta solo la podemos comprar los extranjeros y siempre antes de llegar al país. Nosotros lo hicimos por internet a una agencia francesa llamada Japan Experience, y nos costó poco más de trescientos euros que damos por bien empleados ya que usaremos mucho el tren.
El tren del aeropuerto de Kansai hasta Kyoto tarda unos 75 minutos atravesando una zona densamente poblada que va de Osaka hasta el mismo Kyoto y que no resulta especialmente atractiva. De la estación a nuestro hotel, el Kyoto Century Hotel solo debemos cruzar una calle y aunque todavía no son las dos del mediodía nos dejan subir ya a la habitación, algo que es de agradecer, ya que lo habitual es que debas dejar las maletas en recepción hasta la hora convenida para el check-in.
Eso nos permite bajar a las galerías que se encuentran bajo la estación de autobuses y dar cuenta de una magnífica comida en un tepanyaky que conocíamos del año pasado.



Tras la comida nos acercamos al único templo que tenemos a tiro de paseo, el Higashi Hongan-ji que no vimos el año pasado porque estaba todo cubierto de andamios. Esta circunstancia se da muy a menudo ya que al ser íntegramente estructuras de madera el envejecimiento de los edificios es constante y rapido y obliga a costosas y complejas obras de restauracion. Todavía están trabajando pero ya se puede admirar alguno de sus imponente edificios.


Como estamos muy cansados, desistimos de dar muchas vueltas y optamos por reservar asientos en el Shinkashen para ir mañana a ver el castillo de Himeji, luego compramos algo de comida y con una frugal cena en la habitación del hotel damos por acabado un día que en realidad han sido dos y nos ha dejado sin fuerzas. Mañana esperamos levantarnos con el horario japones y estar a tope.