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miércoles, 26 de agosto de 2015

Himeji y Kobe (26/8)

Hoy el día ha empezado de la peor forma posible. Nos hemos dormido! 
Lo que no nos pasa nunca, o por lo menos nunca a ambos a la vez ha sucedido hoy. Nos han despertado unos golpes de una obra pasadas las nueve de la mañana. Teniendo en cuenta que el desayuno se sirve en el hotel hasta las diez, y que teníamos la reserva del tren para las 9:45 hemos sido conscientes de que teníamos un problema, aunque de fácil solución: ducha rápida, bajar corriendo a desayunar porque los japoneses son muy puntuales y desayuno hasta las diez es hasta las diez, ni menos cinco ni las diez y cuarto, y así nos lo ha hecho saber el encargado de la sala. No hemos disfrutado del buffet pero por lo menos hemos desayunado, hemos subido a la habitación a recoger nuestras cosas y en Hyperdia hemos buscado nuevos horarios de tren. 
Rápidos hacia la estación, dando gracias de haber cogido un hotel tan cercano y de que haya trenes tan frecuentes, hemos reservado de nuevo nuestros asientos y hemos marchado con solo una hora de retraso sobre nuestro programa de ayer en un flamante tren bala hacia el castillo de Himeji, considerado por todas las guías y blogueros varios como el mejor de todo Japón.
Himeji nos ha recibido con sol y calor. Al salir de la estación ya se divisa el castillo al final de una avenida de unos seiscientos metros dominando toda la ciudad, blanco y resplandeciente.


El castillo estuvo varios años en restauración hasta principios de 2015, es una de las razones de no haberlo visitado el año pasado. Se alza sobre una imponente base de grandes sillares de roca y es todo de madera. La estructura impresiona, ya que el alma son dos inmensos pilares de madera a los que denominan el pilar Este y el pilar Oeste, y a partir de estos se desarrolla la compleja estructura de entramado de madera. La imagen que da es de inexpugnable, dominando toda la planicie desde sus seis pisos de altura. Se puede visitar todo su interior a fuerza de subir escaleras empinadas que ponen a prueba a los turistas de más edad.




P
Cuando acabamos el recorrido, que se realiza sin zapatos, nos dirigimos a los jardines donde se encontraban las casas de los Samurais. No es un gran jardin, pero es que ya hemos visitado muchos y muy bien cuidados, no obstante siempre es un paseo agradable y refrescante visitar cualquier jardin japonés.



Muertos de calor regresamos a la zona de la estación, donde sabemos positivamente que siempre encontraremos algún sitio para comer.
Paramos en un puesto de ramen que resulta estar muy bueno y del que damos cuenta sorbiendo ruidosamente como está establecido.



Tras el descanso cogemos el tren para visitar Kobe, ciudad famosa por su ternera, el terremoto de 1995 y tener un barrio con casas europeas del siglo XIX en las que vivieron los primeros extranjeros que se establecieron en Japón aprovechando que el puerto de Kobe fue el primero en abrirse al comercio exterior.
La ciudad nos defrauda un poco ya que la Lonely Planet la pone por las nubes y creemos que no es para tanto. Vemos unas cuantas casas de estilo occidental en el barrio de Kitano que hoy en día son casi todas restaurantes, muchos con nombre y carta francesa. O sea que sin fotos y sin probar la ternera de Kobe nos subimos al Shinkasen para volver a Kyoto. 
Como ya hemos empezado el día con retraso lo acabamos igual, y cuando intentamos cenar a las nueve y media de la noche nos encontramos todos los restaurantes cerrados por lo que debemos conformarnos con unos emparedados del 7Eleven y unos dorayakis con un poco de leche en la habitación del hotel. Nada irremediable, sin cenar no nos quedaremos nunca.
Mañana no nos dormiremos porque vamos a recorrer la ruta del Nakasenando entre Magome y Tsumago.




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