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martes, 25 de agosto de 2015

Barcelona - Kyoto (24-25/8)

Ya hemos llegado a Kyoto tras un vuelo que se nos ha hecho bastante pesado. Ya sabíamos que empalmábamos un vuelo de dos horas con otro de once haciendo escala en Amsterdam. Pero siempre hay esos detalles que hacen el viaje mas o menos soportable. Este año, por ejemplo, el aeropuerto de Shipol lo hemos encontrado con obras, un transbordo bastante largo y unidos a un cambio de última hora en la puerta de embarque y una cola larga y desorganizada en el control de pasaportes han convertido lo que puede ser un descanso entre vuelo y vuelo, estirando las piernas y dando un paseo, en una odisea agobiante.
Los aviones de KLM tampoco han resultado tan cómodos como los de Swissair ni su comida ha estado al mismo nivel por lo que hemos aterrizado en el espectacular aeropuerto Kansai de Osaka mucho más cansados que el año pasado.
Después de la típica cola para pasar el control de inmigración (que fácil es entrar como turista con la cartera llena y billete de vuelta, y que difícil cuando estas buscando una vida mejor para ti y los tuyos o simplemente huyendo de la muerte) recogemos las maletas, cambiamos euros a yenes y buscamos la estación del tren para gestionar la tarjeta Japan Raíl Pass que nos permitirá movernos por todo el país por las líneas de JR sin pagar un euro durante catorce días. Esta tarjeta solo la podemos comprar los extranjeros y siempre antes de llegar al país. Nosotros lo hicimos por internet a una agencia francesa llamada Japan Experience, y nos costó poco más de trescientos euros que damos por bien empleados ya que usaremos mucho el tren.
El tren del aeropuerto de Kansai hasta Kyoto tarda unos 75 minutos atravesando una zona densamente poblada que va de Osaka hasta el mismo Kyoto y que no resulta especialmente atractiva. De la estación a nuestro hotel, el Kyoto Century Hotel solo debemos cruzar una calle y aunque todavía no son las dos del mediodía nos dejan subir ya a la habitación, algo que es de agradecer, ya que lo habitual es que debas dejar las maletas en recepción hasta la hora convenida para el check-in.
Eso nos permite bajar a las galerías que se encuentran bajo la estación de autobuses y dar cuenta de una magnífica comida en un tepanyaky que conocíamos del año pasado.



Tras la comida nos acercamos al único templo que tenemos a tiro de paseo, el Higashi Hongan-ji que no vimos el año pasado porque estaba todo cubierto de andamios. Esta circunstancia se da muy a menudo ya que al ser íntegramente estructuras de madera el envejecimiento de los edificios es constante y rapido y obliga a costosas y complejas obras de restauracion. Todavía están trabajando pero ya se puede admirar alguno de sus imponente edificios.


Como estamos muy cansados, desistimos de dar muchas vueltas y optamos por reservar asientos en el Shinkashen para ir mañana a ver el castillo de Himeji, luego compramos algo de comida y con una frugal cena en la habitación del hotel damos por acabado un día que en realidad han sido dos y nos ha dejado sin fuerzas. Mañana esperamos levantarnos con el horario japones y estar a tope.


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