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domingo, 6 de septiembre de 2015

Harajuku (6/9)

Hoy, por el hecho de ser domingo, tocaba acercarse a la zona de Harajuku para intentar ver algunas de las chicas "modernas" que se juntan por la zona. Para el comercio de la ciudad no existen los días de descanso, y el domingo es un día especialmente bueno, ya que la gente acude en masa a las zonas más comerciales, como esta de Harajuku, con la avenida de Omotesando llena de los comercios más emblemáticos.
El punto habitual de reunión es entre la estación de Harajuku, el puente que da acceso al recinto del templo Meiji Jingu y la calle Takeshita Dori. El año pasado la lluvia nos fastidió el domingo y no pudimos ver ninguna.
Como llegamos pronto, ya que los domingos muchas tiendas no abren hasta las once de la mañana, entramos primero en el inmenso parque de Yoyogi en cuyo interior esta el templo de Meiji Jingu, dedicado al emperador Meiji y la emperatriz Shoken.




 Es un agradable paseo entre un bosque de enormes árboles que a instantes hacen olvidar que te encuentras dentro de una ciudad como Tokyo.


En el interior del templo se celebran diferentes ceremonias religiosas, una de ella es una boda, y conseguimos ver a los novios vestidos al modo tradicional.




Acabada la vuelta al inmenso parque salimos por la avenida Omotesando, ya a rebosar de gente, para luego subir por Takeshita Dori intentando capturar con la cámara alguna de las famosas "lolitas" japonesas.




Nuestra renta es exigua, pero al menos podemos decir que hemos cumplido otro de nuestros objetivos pendientes. Nos queda la duda de si el fenómeno es mas de los medios de comunicación que una realidad en si misma, o si simplemente se ha hinchado para atraer a más gente a esta zona, unos para ver y otros para ser vistos.




Cansados de la "caza" nos desplazamos a Shibuya y después de comer por la zona nos mimetizamos con los aborígenes, como solo los expertos viajeros sabemos hacer, y nos dedicamos a su misma actividad: comprar.
Como es una actividad que requiere esfuerzo y destreza aguantamos poco tiempo y volvemos pronto al hotel para descansar nuestros maltrechos huesos y nuestra exhausta tarjeta de crédito.

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