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miércoles, 2 de septiembre de 2015

Llegamos a Tokyo (2/9)

Esta mañana nos hemos levantado con el ánimo de intentar ver un poco la ciudad de Kanazawa, ya que ayer con la lluvia estuvimos el tiempo justo en los jardines de Kenroku-en.
Hemos desayunado regular, ya que el buffet del hotel era justito y mas pensado para japoneses a los que les gusta desayunar pescado y sopa de miso que para los pobres occidentales que buscamos un café y una tostada con mantequilla.
Tras el check out hemos dejado las maletas en el hotel y hemos salido hacia el mercado de Ōmichō. En el trayecto de unos veinte minutos caminando el tiempo ha cambiado a peor, y hemos llegado al mercado con una lluvia tímida.


El mercado en si es lo mas parecido a uno de los nuestros que hemos visto en Japón. No llama la atención a un extranjero por su aspecto o su belleza arquitectónica sino por los alimentos que se venden. Es difícil saber que es cada cosa. Muchas veces nos tenemos que conformar con saber si es vegetal o animal. Aquí se consumen muchos encurtidos, hay docenas de tipos de judías diferentes, berenjenas de todas las medidas, y si entramos en el mundo del pescado o el marisco ya tuvimos un curso acelerado hace un año en el mercado de Tsukiji.




Nuestra impresión personal y por tanto muy subjetiva es que sale mas barato comprar la comida preparada o incluso comer fuera de casa que cocinar los alimentos que compras en el mercado, con el consiguiente gasto de tiempo y energía.
Hoy hemos aprovechado esta circunstancia para comprar unas cajitas de comida para el tren, ya que el trayecto coincide con la hora de comer.
Cuando hemos acabado la visita al mercado la lluvia ha vuelto a desbaratar nuestros planes de visitar el barrio de los Samurais. Hemos ido al hotel a recoger nuestras maletas y a la estación a coger el Shinkasen que nos llevará a Tokyo.
En los 168 minutos que tarda en recorrer los 447 kilómetros que separan las dos ciudades nos da tiempo de leer, mirar el paisaje, comer y dormir la siesta. Por cierto, dormir en el tren es una de las aficiones preferidas de los japoneses. Los hemos visto dormir incluso de pie en un vagón agarrados a la barra.


Tokyo nos recibe con calor y muchísima gente. Nos cuesta un poco encontrar el camino de la estación  de metro de la línea Ginza, pero lo conseguimos y en pocos minutos salimos a la luz del día en Asakusa, justo en Kaminarimon dori, a dos travesías de nuestro hotel.


Como es costumbre en Tokyo la recepción no se encuentra en la planta baja, ocupada por un supermercado, sino en la planta trece, que es la ultima. Eso le permite tener un lobby acristalarlo desde el que se domina todo el barrio. La primera impresión es muy buena. Un diez en diseño.


Una vez instalados salimos a patear la zona comenzando por el templo de Sensoji, quizás el más visitado de la ciudad, con una larga hilera de tiendas entre el Tori de entrada y el recinto del templo.




Acabamos el día cenando unos magníficos ramen que nos saben a gloria, y a dormir, que ya estamos cansados y mañana hay que continuar.


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