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lunes, 22 de agosto de 2016

Barcelona-Helsinki

Hoy ha tocado madrugar bastante ya que nuestro vuelo despegaba a las 8:10 lo que nos obligaba a estar en el aeropuerto antes de las siete de la mañana para evitar algún disgusto por los imprevistos de última hora.
Nuestra previsión ha sido acertada y prudente, ya que los mostradores de Norwergian estaban colapsados cuando hemos llegado a la terminal 2 del Prat. Cola para las máquinas de chek-in, cola para dejar las maletas, y cola para la facturación tradicional. Para más inri, y a pesar de que llevábamos las tarjetas de embarque impresas en casa, la máquina automática se ha negado ha imprimir las etiquetas de las maletas, lo que nos ha obligado ha hacer cola en los mostradores tradicionales.
Solventado el problema, hemos podido embarcar sin problemas, en un avión nuevo, recién estrenado, y en cuatro horas de nada nos hemos plantado en Helsinki.
Finlandia nos ha recibido mojada y gris, lo que no resulta la mejor tarjeta de presentación para que te enamores de una ciudad. Tras un trayecto de poco más de media hora en el nuevo tren de la línea circular inaugurado en el 2015, hemos llegado a la estación central de Helsinki, y desde allí un corto paseo arrastrando las maletas hasta el hotel Original Sokos Helsinki.
La señorita de recepción, ni simpática ni estupida, nos ha dado una habitación en el piso 8º, lo que nos garantiza por lo menos tranquilidad. El edificio es antiguo, de los años 30, pero las habitaciones están remodeladas y en lugar de la horrible moqueta que todavía tiene el pasillo lucen un suelo de tarima mucho más apropiado. Las camas parecen cómodas, la limpieza es mejorable, y el wi-ffi funciona cuando le apetece.
Una vez instalados salimos a conquistar la ciudad. Para salir del paso comemos unas pizzas y nos dedicamos a callejear. Estamos en el centro de la ciudad, y a unos minutos andando hay un montón de posibilidades.
Comenzamos por la catedral de Helsinki. Un edificio blanco, con una gran cúpula en lo alto de una escalinata que domina la plaza del Senado.




El interior no tiene ningún interés especial por lo que continuamos nuestro paseo en dirección al puerto donde se halla el famoso mercado de Vanha Kauppahalli, que más que mercado es una reunión de tiendas de delicatessen, muchas de las cuales te permiten consumir allí mismo.



Las posibilidades son muchas, desde cafes hasta salmón o arenques ahumados, pasando por comida  española, Siria o asiática. Aprovechamos para hacer un café, caro pero bueno, y continuar nuestro paseo hasta la otra catedral la de Uspeskin, que domina la zona del puerto con sus cruces doradas pisando la media luna de los musulmanes. Hoy por ser lunes está cerrada, pero ya nos imaginamos que su interior no será nada excepcional.




Seguimos nuestro paseo un tanto anárquico por la zona de la Esplanada, paseo lleno de tiendas y cafes de lujo.


Y con algunas sorpresas, como unos arboles vestidos de "faralaes" o un quinteto de violoncelistas.



Y así hemos acabado nuestro primer día de viaje, cansados pero contentos. Mañana intentaremos ir a la isla de Suomelinda, declarada patrimonio por la Unesco y por la tarde descubrir tiendas y diseño finlandés.

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