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jueves, 4 de septiembre de 2014

Kyoto



Para hoy hemos dejado los últimos deberes en Kyoto. El templo de Inari, con sus miles de Toris subiendo por la ladera de la montaña, el bosque de bambú, y el mercado de Nishiki.


El día amanece lluvioso, como casi siempre, pero cuando cogemos el tren ya no llueve. El trayecto hasta Inari es sólo de un par de estaciones desde la central de Kyoto por la línea de Nara. Al llegar no hay perdida, porque casi todas las personas que bajan del tren se dirigen en la misma dirección.



El templo en sí no tiene mucha historia, sobre todo teniendo en cuenta que ya hemos visitado muchos y muy espectaculares. Aquí a lo que venimos es a ver el largo paseo, casi como un túnel naranja, y a intentar hacer alguna fotografía digna de National Geographic o la difunta Altair (no os perdáis el número dedicado a Japón, fue el principio de nuestro viaje).


A pesar de la muchedumbre la visita merece la pena, y a ratos podemos ir sacando fotografías sin intrusos que las estropeen con su presencia. Lo que no se puede encontrar aquí es paz espiritual o relajación. Es turismo puro y duro.

Como la visita es cortita, cogemos el tren de regreso a Kyoto, para coger allí la otra línea que nos lleva al bosque de bambú, otro icono fotográfico de Japón que no queremos perdernos.
Al salir de la estación el camino es un poco confuso, y nos cuesta orientarnos porque todos los carteles dan referencia de templos, y ninguno del famoso bosque. Sacamos la "biblia" de la mochila (léase Lonely Planet), y caminamos en la dirección que indica el plano.


Hago un inciso al mencionar el plano de L. Planet, y es que son poco precisos, con una impresión muy tenue, en la que cuesta distinguir calles y avenidas, y además los símbolos y textos son tan pequeños que nos complican la vida a los que sufrimos la presbicia propia de la edad.


Siguiendo con el relato, acertamos el camino y la dirección, y en diez minutos escasos llegamos al famoso bosque. Aquí también hay una gran cantidad de turistas y escolares que impiden dar un paseo relajado y silencioso como sería nuestra intención. Hay que realizar un esfuerzo de abstracción, y fijar toda la atención en la belleza que nos rodea. 
Un bosque de bambú es diferente al resto de los bosques. No hay más plantas, sólo las largas cañas que parecen crecer rectas hasta el cielo, y que en su conjunto crean una atmósfera que tiene algo de hipnótico o relajante. Encontrarse realmente solo en medio de un bosque como este debe ser una experiencia única, sobre todo sí el viento sopla entre las cañas.


Desistimos de visitar los templos del entorno, porque seguramente ya hemos cubierto el cupo para una buena temporada, y volvemos a nuestra base de operaciones, la estación de Kyoto, desde donde subimos en autobús al centro para visitar el mercado de Nishiki, el más famoso de Kyoto.


Realmente no es un mercado en el sentido que nosotros le damos, de recinto cerrado y techado en el que se despachan alimentos perecederos, básicamente carne, pescado y frutas y verduras. En este caso se trata de una calle peatonal cubierta y a ambos lados se distribuyen gran cantidad de comercios, muchos de alimentación  pero también de cerámica, cuchillos o puestos de comida. 


En uno de estos últimos degustamos unos palitos de una masa rellena de diferentes cosas, en nuestro caso queso y pulpo. Muy buenos, aunque como casi siempre ignoramos de que esta hecho lo que comemos.


El mercado sirve para ver alimentos curiosos, por su rareza o por su presentación. El pescado o la fruta se venden por unidades, no al peso, y las paradas no lucen  cantidades ingentes de alimentos, sino que , salvo excepciones, las exposiciones son casi minimalistas. Para un observador ignorante, como es el caso, se diría que los japoneses odian las cosas amontonadas porque aman el orden. Lo que contrasta con la forma en que viven, amontonados y moviéndose en lo que parece un caos controlado.


Tras el mercado vamos a comer y nos quedamos por la zona practicando el noble deporte japonés de ir de tiendas.
Por hoy ya está bien. Mañana dejamos el hotel para dirigirnos a la penúltima etapa de nuestro viaje: Hiroshima y Miyajima.

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