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viernes, 29 de agosto de 2014

De tiendas por Tokyo

Como hoy nos encontrábamos un poco cansados después del día en Kamakura, hemos pensado en cambiar la salida a Nikko por un día urbanista, dando una ojeada a la oferta comercial de Tokyo, que consideramos totalmente inabarcable.
La intención de Carmen es ver alguna tienda de Handcraft, lo que antes conocíamos por manualidades, de las que existen unas cuantas cadenas en la ciudad. Cojemos por lo tanto el tren en nuestra ya estimada linea Yamanote hasta la estación de Shinjuku, desde donde aprovechamos para acercarnos al edificio del gobierno metropolitano. Este consta de dos torres a las que se puede acceder gratuitamente hasta el piso cuarenta y cinco para tener unas buenas vistas de Tokyo.
Aunque continuamos con el tiempo lluvioso, la verdad es que la vista es espectacular y te da una idea del tamaño de una ciudad de unos treinta y cinco millones de habitantes. A su lado nuestra querida Barcelona parece un pueblecito de segunda. Pero sólo a nivel de tamaño, eh!
Como la experiencia es buena y no hay que hacer cola, repetimos con la torre norte después de subir a la sur.



Volvemos en dirección a la estación de Shinjuku, que como todas las estaciones no es únicamente un lugar para coger el transporte sino que en sí misma es una pequeña o no tan pequeña zona comercial en la que puedes encontrar cualquier cosa, desde ropa a comida. En el lado opuesto al edificio del ayuntamiento se extiende un barrio lleno de grandes almacenes, centros comerciales, bares, karaokes, restaurantes, etc.


Vamos en busca de Tokyus Hands, en la zona denominada Times square, una tienda de siete plantas que no resulta ser lo que esperábamos, pues aunque tiene una planta dedicada a manualidades, es más bien un bazar con accesorios de viaje, ferretería,o artículos de limpieza además de papelería y bricolaje. De todas formas en la tienda de la lado "Yuzawaya", donde hay una infinidad de telas y cintas, Carmen encuentra retales interesantes a buen precio para usar en sus fotografías gastronómicas.
Más tarde, y después de una comida mediocre -la primera en Japón- nos adentramos en Lumini, unas galerías comerciales infinitas con ropa y público súper moderno y mucho más joven que nosotros, y después de dar muchas vueltas encontramos una papelería increíble en la que también hacemos algunas compras.
Agotados volvemos a nuestro hotel a descansar un poco para volver a salir por Ginza, nuestro barrio adoptivo, y dar un paseo hasta la hora de cenar. Como siempre nos cuesta mucho decidirnos, el paseo puede resultar una maratón.


Hoy, suponemos que por ser viernes, el ambiente es distinto. La gente está más relajada. Da la impresión de que muchos compañeros de trabajo cierran la semana cenando juntos. Y en la puerta de los restaurantes más lujosos hay coches enormes con sus conductores esperando, así como largas filas de taxis esperando clientela.
Mientras tanto, nos decidimos por un restaurante discreto pero clásico que tiene buen aspecto, y volvemos a acertar, ya que disfrutamos de un estupendo shashimi y una témpura de verduras que nos reconforta de un día agotador. Las camareras lucen una especie de yukata, y cuando salimos del restaurante nos acompañan hasta la puerta a despedirnos con grandes reverencias.


Quizás uno de los aspectos más chocantes es el trato que tiene quien sirve con el cliente, siempre muy protocolario y ceremonioso. El simple hecho de pagar en una tienda significa que te den una bandeja para colocar el dinero, dinero que cuentan con mucho cuidado dos veces antes de devolverte el cambio cogiendo el tíquet y el cambio con las dos manos y una pequeña reverencia mientras te sueltan una larga retahíla de cumplidos y agradecimientos. Hemos visto salir a dependientes de tiendas lujosas salir con el cliente a la calle y despedirse con una reverencia de cuarenta y cinco grados a nivel de cintura, y mantenerla hasta que el cliente casi se ha perdido de vista. Lo curioso es que parece algo muy natural para ellos, no forzado. En este caso los forzados somos nosotros, los occidentales, que no sabemos muy bien como reaccionar ante algo que para nosotros sería una muestra de sumisión intolerable.
Con esta perorata pseudo antropológica lo dejamos hasta mañana.


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