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miércoles, 18 de julio de 2018

PRIMER DIA, BARCELONA - MUNICH

Por mucho que viajes, cojas diferentes transportes o dediques tiempo a tenerlo todo preparado, al final llega el día de la partida y siempre tienes esas mariposas en el estómago, esos nervios por si te olvidas algo (como si fuéramos al desierto o a la selva, y no a una ciudad moderna con todos los servicios). También pesa la posibilidad de tener algún problema en los traslados, un retraso en el vuelo o una huelga de controladores sin aviso previo.
Creo que estos sentimientos se hacen más fuertes a medida que pasan los años, o por lo menos no recuerdo esa sensación cuando viajábamos en caravana con dos niños pequeños.
Lo que si tenemos claro es que al aeropuerto hay que ir con tiempo, no nos gusta correr por los pasillos arrastrando una maleta y con el corazón saliéndose por la boca a 200 pulsaciones por minuto. Como siempre escogemos el transporte publico, lo que quiere decir autobús hasta la estación de los ferrocarriles de la Generalitat que nos dejará en Plaça Catalunya de Barcelona. Ahí cogemos el Aerobus que va directo a la terminal que tenga asignado tu vuelo. el Trayecto dura entre una hora y hora y cuarto en función de los horarios de tren y autobús. Como el vuelo es a las 15,55 salimos de casa antes de las 13,00 y llegamos al Aeropuerto del Prat poco después de las 14,00. Perfecto, tenemos dos horas para hacer las cosas con la tranquilidad que deseamos.
Tras un vuelo sin mucha historia, lo que siempre es bueno, llegamos a Munich a las seis de la tarde, puntuales y tras recoger el equipaje cruzamos el inmenso aeropuerto para coger el tren que nos dejará en el centro de la ciudad. Hay dos opciones, el S1 y el S8, que siguen dos recorridos diferentes con una pequeña diferencia en la duración del trayecto. Nosotros cogemos el S1 porque es el que está en la estación y sale primero. El billete cuesta 11,60€ por persona y tarda unos 45 minutos.


La llegada a la estación central de Munich es agobiante, un sitio desconocido, mucha gente que usa el intercambiador y nosotros desorientados sin tener muy claro por que puerta hemos de salir. Los aeropuertos resultan mas ordenados, existe como un código que te guia tanto para entrar como para salir: facturación, controles, embarque, avión o bien avión, maletas, controles, salida. En una estación de tren es diferente y la gente va en todas direcciones creando una sensación de caos para el recién llegado que en realidad solo es aparente. Eso lo vivimos muy intensamente en nuestros viajes al Japón, donde el tren es fundamental y lo usan millones de personas continuamente.
Una vez sabemos que dirección tomar vamos directos hacia el Hotel Demas City que se encuentra a dos manzanas de la estación en un barrio multicultural llenos de hoteles, comercios y restaurantes de todas las etnias con predominio de los musulmanes. Se podría comparar con el Raval de  Barcelona sino fuera porque aquí las calles son muy anchas y está bastante más limpio.


El hotel es sencillo pero muy nuevo, con una recepción muy pequeña, pero tiene lo esencial salvo aire acondicionado. La habitación limpia y cómoda, esperemos que las camas también lo sean.
Salimos hambrientos a buscar un sitio donde cenar y después de unas cuantas vueltas que nos permiten hacernos una idea de como es el centro de la ciudad recalamos en una pizzeria con una tranquila terraza en una plaza sin trafico ni ruido. Tras nuestro primer contacto con la cerveza alemana volvemos muy contentos al hotel con la esperanza de descansar y mañana entrar a saco en el descubrimiento de Munich.

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