El viaje

A estas alturas ya hemos viajado bastante en avión, pero nunca nos había ocurrido el hecho de salir con cuatro horas de retraso. Desconocemos si el culpable ha sido Aer Lingus, Aena o los dichosos controladores aéreos, pero lo cierto es que teníamos que salir a las 10,50 de Barcelona y hemos despegado a las 14,50. En compensación nos han dado un tiquet de 5 euros por cabeza para que no nos muriéramos de hambre en la espera y una hoja de reclamación que ya pensaremos si la rellenamos.

O sea que hemos llegado a Dublín a las 17,00 hora local aproximadamente, y entre recoger maletas y llegar al centro en el autobús nos hemos plantado en el hotel a las 6 de la tarde. Nos alojamos dos noches en el Best Western Academy Plaza Hotel, y la verdad es que el nombre es mucho mayor que la habitación. Es minúscula. Cabe lo esencial, una cama(promete ser cómoda), una silla, un ropero sin puerta y un lavabo con ducha. Pero para ser sinceros es todo muy nuevo y práctico.

Una vez instalados hemos salido a tomar posesión de la ciudad, un primer contacto. Es una ciudad ruidosa, con mucho tráfico (estamos en el centro) y muchos bares y pubs. Los edificios no son especialmente atractivos y los semáforos para peatones además de durar poco tiempo en verde te obligan constantemente a mirar hacia el lado contrario al que controlarías en casa. Hemos llegado en un corto paseo al Trinity College, que es un oasis de paz, y a donde volvernos mañana para visitar la biblioteca. Luego hemos buscado una cafetería donde llenar nuestros maltrechos estómagos, y aunque el sitio no era nada del otro jueves, hemos dado cuenta de nuestros primeros fish and chips, una ensalada y unas cervecitas.

Ya de regreso al hotel y después de pelearnos con los enchufes (tres patas planas!) hemos conseguido conectarnos para mandar nuestra crónica que pretende ser diaria y entretenida, por lo menos para quien la escribe. Mañana más